El mundo parece querer creer que la pandemia de Covid-19 ha quedado atrás, pero en realidad se vislumbran nuevos peligros en el horizonte.
El año 2022 se cierra con una situación en la que, en gran parte del mundo, la vida ha vuelto a parecerse mucho a la "normalidad" que existía antes de la pandemia de Covid-19, ya que casi todos los países han dado carpetazo a las medidas adoptadas para contener la infección por Sars-Cov-2. De hecho, los gobiernos han descartado por completo el uso del encierro, han reabierto escuelas y oficinas públicas, y han reducido y eliminado gradualmente la obligación de llevar mascarillas. Incluso los vuelos y viajes internacionales casi han vuelto a los niveles anteriores a la pandemia.
Estos días, sin embargo, vuelven a saltar las alarmas, la más aguda de las cuales procede de China, uno de los últimos países en relajar sus medidas de control contra el cóvido, justo en el momento en que se propagaba la variante Omicron, altamente contagiosa. Las escenas en los hospitales chinos, retransmitidas hoy por las televisiones de todo el mundo, recuerdan al pánico que se desató en Hong Kong hace casi un año, cuando se propagó una primera oleada de Omicron.
Es posible, e incluso muy probable, que se hubiera producido una situación de transmisión incontrolada de la infección en China incluso si el presidente Xi Jinping no hubiera suspendido la política de "cero Covid" en diciembre, bajo la presión de feroces protestas populares. Sin embargo, la infección ha vuelto a despegar y los modelos matemáticos predicen que podría haber más de un millón de muertes por Covid en China para 2023, junto con una auténtica parálisis del país debido a la ausencia laboral de las personas infectadas. Las repercusiones económicas serán graves en China y en todo el mundo, debido a la interconexión de los países por la globalización.
En lo que respecta a la población china, la mayoría de las personas no están inmunológicamente preparadas para el contacto con Omicron, la variante vírica aún dominante, porque nunca han estado expuestas a ninguna variante de Sars-CoV-2 y, si han sido vacunadas, han recibido vacunas activas contra la variante Delta. La población mayor de 60 años de 128 millones de personas en China -aproximadamente 1 de cada 10 de una población total de casi 1.400 millones- tiene tasas de vacunación muy bajas y tiende a rechazar las vacunas debido a la propaganda gubernamental anterior que hacía hincapié en los riesgos.
La apertura de las fronteras a los turistas dará un nuevo impulso a la propagación de la infección: la nueva oleada de Covid procedentes de China podría extenderse a otros países. Además, la presencia de una gran población de personas infectadas podría abrir el camino a nuevas variantes víricas más peligrosas.
Es cierto que, sobre todo para las personas vacunadas, la variante Omicron presenta un grado de peligrosidad bastante bajo, con la exclusión de las personas muy frágiles y/o inmunodeprimidas, que pueden contraer la infección de forma grave, y de los efectos a largo plazo del síndrome covídico prolongado, que tiene un impacto importante en la calidad de vida y la eficacia laboral de los afectados.
En el frente ocular, un estudio en curso en un modelo animal ha hallado pruebas preliminares de que el Covid-19 también puede afectar a la calidad de la visión y la percepción de la profundidad de algunos pacientes infectados. El estudio está dirigido conjuntamente por el Instituto de Salud Menzies de la Universidad Griffith y el Centro de Investigación de Infecciones Virales Emergentes de Corea del Sur, Instituto de Investigación de Tecnología Química de Corea, y los resultados preliminares se han publicado en Nature Communications.
Para más información, véase: Gi Uk Jeong et al, Ocular tropism of SARS-CoV-2 in animal models with retinal inflammation via neuronal invasion following intranasal inoculation, Nature Communications (2022). DOI: 10.1038/s41467-022-35225-1
Concluyamos intentando reflexionar sobre lo que sería más adecuado. En lo que se refiere al ámbito individual y privado, podemos sugerir el mantenimiento de unos hábitos de higiene estrictos -especialmente en lo que se refiere al lavado de manos y la manipulación de alimentos- y una cierta precaución a la hora de frecuentar lugares concurridos y, en primer lugar, aeropuertos y centros sanitarios, donde el uso de mascarilla es siempre muy útil.
Sin embargo, las mayores responsabilidades recaen en los gobiernos, que deben mantener activo y eficaz el sistema de vigilancia de las tendencias pandémicas y, sobre todo, apoyar la red de estructuras sanitarias que pueden ser llamadas a hacer frente a nuevas emergencias en el futuro.
Concluimos recordando lo que debe seguir siendo prioritario: la inversión en investigación científica y tecnológica, porque no olvidemos nunca que fue la inversión en investigación la que nos condujo a las vacunas con las que frenamos la primera pandemia mortal de Covid.
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