"Cualquier paciente que te encuentres en tu camino, en cualquier situación, debe ser tratado con amabilidad y cariño, un paciente es por definición una persona que tiene un problema y tu trabajo como médico, incluso antes de ser oftalmólogo, es ayudarle a tomar las decisiones correctas para su salud": esta es una hermosa descripción de cómo debe ser siempre la relación médico-paciente.
El Dr. Giovanni Scandura describe a "Te voy a contar una historia..." un caso complejo, o al menos inusual, del manejo de un paciente operado de cataratas muchos años antes y que estaba siendo tratado de hipertonía ocular, pero sobre todo habla desde el corazón de cómo debe ser la relación médico-paciente
¿Cómo eligió su formación en Oftalmología y cuál es su perfil profesional actual?

La decisión de ser oftalmólogo surgió durante mis años universitarios, siguiendo las clases de Oftalmología. Me fascinó la cantidad de "juguetes" que utiliza el oftalmólogo para trabajar y para mí, que a pesar de mis estudios clásicos siempre he sido un apasionado de la ciencia, fue un truño. Tal y como yo lo veo, la oftalmología tiene una relación más estrecha con la ciencia exacta que otras ramas médicas y el hecho de que gran parte de lo que hago cuando trabajo sea producto de la obediencia precisa a ciertas leyes tiene algo de reconfortante. Luego soy curioso por naturaleza y también me fascina descubrir el arte de los venerables maestros, hecho de espejos calados, lentes de colección y lámparas de martillo.
Tras completar mi especialización en la Universidad de Catania, con una breve estancia en la Universidad de Catanzaro, establecí mi propia consulta privada y seguí asistiendo como voluntario a ese maravilloso capítulo de la historia de la oftalmología en Catania que fue el hospital Santa Marta. Luego trabajé durante casi dos años como director médico en el hospital "Policlinico-San Marco" y ahora sigo ejerciendo como autónomo, desarrollando mi actividad quirúrgica en la clínica Distefano Velona del Policlinico Morgagni.
Lo que más me gusta de mi trabajo es la oportunidad que tengo de mejorar la calidad de vida de las personas a las que tengo el privilegio de cuidar. No olvidaré a un niño en particular, al que me encontré visitando una mañana en el hospital: tenía una forma de expresarse muy limitada y era extremadamente retraído. Lo encontré unos meses más tarde en la revisión, transformado en un pequeño líder volcánico simplemente porque, gracias a mi intervención terapéutica, había empezado a ver bien

¿Puede contarnos algún caso clínico inusual o especialmente complejo que haya conseguido tratar y resolver?
No sé si llamarlo complejo, pero inusual desde luego era. Era la época del primer cierre patronal debido a la pandemia del Covid-19 y yo no tenía claro si se me permitía seguir trabajando en la consulta o no. En fin, me contacta una paciente que refiere molestias no especificadas, la visito y observo la presencia de celularidad en la cámara anterior. La señora, una bella mujer de unos sesenta años, había sufrido una catarata bilateral muy precoz y en el ojo en cuestión tenía implantada una antigua LIO de cámara anterior, de esas que tienen parte del asa ocupando la proximidad del ángulo irido-corneal, y había estado en tratamiento de por vida con timolol tópico, que era suficiente para compensar el tono. Me contó que inmediatamente después de la operación de cataratas, hacía casi treinta años, tuvo un episodio de hipertono violento, que se resolvió tras practicarle una iridotomía superior (el iris no se había tocado ni antes ni durante la operación).
Administré midriático y cortisona como terapia, el ojo se calmó, pero el tono subió. El ángulo se cerró casi por completo entre las asas de la LIO y numerosas sinequias (probablemente resultado de la hipertensión anterior), pero hasta ese momento la medicación había sido suficiente para mantenerlo dentro de límites aceptables.

Suspendo la terapia que había dado, baja el tono, pero Tyndall reaparece.
Tras varios ensayos para intentar mantener el tono bajo sin tener signos de inflamación en la cámara anterior, me di cuenta de que cuando el paciente estaba libre de midriáticos, el iris, empujado ligeramente hacia delante (posiblemente porque la única iridotomía realizada hasta ese momento había sido ocupada por el vítreo) rozaba con la placa de la LIO, provocando la aparición del fenómeno inflamatorio.
Antes de recurrir a enfoques más invasivos, probé dos iridotomías realizadas en los espacios permitidos por el estorbo de la LIO, pero con pobres resultados.
La situación se resolvió tras una vitrectomía anterior con gonio-sinequiolisis.
Le indiqué que era imposible extraer la LIO porque después de décadas en esa posición, ya era parte integrante del ángulo y que, en cualquier caso, el endotelio no estaba en mal estado; al contrario, la gran abertura que había que hacer para extraer este tipo de lente seguramente habría acarreado problemas mayores.
Ahora el ojo del paciente, en compensación tonométrica completa, está en reposo, manteniendo una visus perfecta.
Algunos consejos para los jóvenes colegas que empiezan en Oftalmología.
Tengo ganas de sonreír porque creo que todavía no pertenezco a la categoría de los no jóvenes, pero intentaré ser útil de todos modos, al menos a los más jóvenes que yo: intentad poneros siempre en el lugar de la persona que tenéis delante. Cualquier paciente que os encontréis en vuestro camino, en cualquier situación, debe ser tratado con amabilidad y cariño, un paciente es por definición una persona que tiene un problema y vuestro trabajo como médicos, incluso antes de ser oftalmólogos, es ayudarle a tomar las decisiones correctas para su salud.
Un paciente no tiene por qué ser culto, no tiene por qué ser simpático, no tiene por qué entender lo que le dices. Desde luego, no está ante ti para divertirse y, por tanto, no merece que le trates a priori con condescendencia, ni que añadas tu descontento al suyo.
Al contrario, eres tú quien debe hacerle comprender, tú quien debe ayudarle, tú quien debe aliviar su sufrimiento.
Un sabio me dijo una vez que por muy difícil que sea a veces sentarse detrás de un microscopio con un paciente que ha decidido que ese día venderá cara su piel, nunca hará lo que le digas. Hay que intentar no verter sobre el paciente el torbellino de emociones que se agita en nuestro interior, porque lo más probable es que, tumbado en una mesa de operaciones, esté asustado y confuso, y desde luego no mejoraremos la situación gritando de rabia.
Me gustaría aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a todas las personas de las que he podido aprender algo nuevo, serían demasiadas para enumerarlas, pero es gracias a cada una de ellas que hoy tengo un trabajo que me encanta.
Sobre el tema de los casos complejos post-catarata, en nuestro sitio
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