Las quemaduras oculares agudas constituyen una importante urgencia oftalmológica. La gravedad de las lesiones por quemaduras depende de múltiples factores, como el agente causante de la quemadura (de hecho, las quemaduras no están causadas únicamente por el fuego), la duración de la exposición, la superficie afectada y qué tejidos oculares están implicados. Las quemaduras más importantes del ojo y los anexos oculares provocan una morbilidad grave y pueden tener consecuencias a largo plazo tanto en la visión como en la calidad de vida, ya que pueden causar secuelas como dolor crónico, cicatrices, pérdida de la función normal de los anexos protectores y pérdida permanente de visión. Esto último también se asocia a un alto riesgo de lesiones futuras, depresión, enfermedades crónicas y otros problemas graves de salud y psicológicos.
¿Cuáles son las posibles causas de las quemaduras oculares?
Las quemaduras del ojo y del anexo ocular pueden dividirse en dos categorías generales: térmicas y químicas. Existen importantes diferencias entre estas dos categorías y en la forma en que evoluciona la lesión.
- Quemaduras térmicas
El daño tisular de las quemaduras térmicas, debido a fuentes de calor o al fuego, deja de progresar rápidamente una vez que la fuente de calor deja de estar en contacto con el paciente. Se trata de un mecanismo que se pone en marcha automáticamente porque uno tiende a alejarse de la fuente de calor y los ojos activan el reflejo del parpadeo. Los anexos oculares también protegen el ojo, por lo que los mayores daños suelen producirse en los párpados. Las quemaduras térmicas directas en la superficie ocular suelen causar lesiones superficiales debido al corto tiempo de contacto. Las causas más comunes de quemaduras térmicas oculares son el agua caliente, el aceite de cocina caliente, los rizadores de pelo y el fuego, por ejemplo por una explosión o un incendio. Estos tipos de quemaduras pueden tratarse del mismo modo que otras lesiones superficiales de la córnea.
- Quemaduras químicas
Sin embargo, en el caso de las lesiones químicas, el daño tisular puede persistir y extenderse a las estructuras oculares más profundas mientras la sustancia química permanezca en contacto con el ojo y los anejos oculares. Por lo tanto, las quemaduras químicas oculares requieren una intervención rápida para eliminar la agresión y evitar que continúe el daño en la superficie ocular y las estructuras más profundas. Las quemaduras químicas pueden producirse por la exposición a productos domésticos de uso cotidiano, como limpiadores de desagües o de hornos, detergentes para ropa o lavavajillas, lejía y amoníaco. También pueden producirse lesiones por exposición a sustancias como fertilizantes, ácidos industriales, lejía, cal y cemento.
La incidencia de las quemaduras oculares no se conoce del todo, sin embargo, según dos bases de datos estadounidenses, el Registro IRIS® (Intelligent Research in Sight) de la Academia Americana de Oftalmología (Academia) y la Muestra Nacional de Departamentos de Urgencias, las quemaduras químicas oculares causan entre el 11,5 y el 22,1% de las lesiones oculares.
Cómo intervenir en caso de quemaduras oculares
En el tratamiento de las quemaduras oculares, el primer paso es la descontaminación inmediata y completa de la superficie ocular con una solución estéril, si se dispone de ella, o con agua del grifo. El lavado, denominado "irrigación", debe ser oportuno y continuarse en el hospital. Para una lesión menor, pueden ser necesarios hasta 2 litros de solución estéril. Esto sirve para restablecer el pH de los ojos al valor correcto, entre 7,0 y 7,2. Las lesiones graves pueden requerir de 2 a 4 horas de irrigación continua para una descontaminación adecuada. También puede requerirse anestesia tópica durante el proceso. Una vez finalizada la irrigación, se comprobará que no quedan partículas en el ojo, que habrá que retirar.
El tratamiento durante la fase aguda (de 0 a 7 días) y la fase reparadora temprana (de 8 a 21 días) tiene como objetivo suprimir la inflamación y promover la regeneración del tejido de la superficie ocular.
El tratamiento consiste en el uso de pomadas antibióticas tópicas y lágrimas artificiales sin conservantes, en el caso de lesiones leves. En los casos más graves pueden administrarse corticoides tópicos para reducir la inflamación. Durante la fase aguda, pueden ser necesarios fármacos analgésicos sistémicos además del tratamiento tópico. Los medicamentos para reducir la presión intraocular también pueden ser necesarios a lo largo de todo el tratamiento. De hecho, una presión intraocular elevada puede perjudicar la cicatrización de la córnea en las fases aguda y reparadora temprana y debe tratarse con prontitud, ya que puede dañar el nervio óptico.
Las quemaduras más graves requerirán terapias más específicas, como fármacos biológicos tópicos, por ejemplo gel de plaquetas, y puede ser necesaria la aplicación de lentes de contacto con vendajes. Las quemaduras más graves pueden requerir un trasplante precoz de membrana amniótica, preferiblemente durante la primera semana.
Durante la última fase, la denominada fase reparadora tardía (>21 días), el tratamiento consiste en el control de la inflamación, la rehabilitación y la reconstrucción de la superficie ocular. En caso necesario, existen diferentes tipos de queratoplastia (es decir, trasplante de córnea si el daño es irreversible), en función de la profundidad de las cicatrices corneales. El objetivo de la queratoplastia es mejorar la función visual.
Cómo prevenir las quemaduras oculares
La prevención de las quemaduras debe garantizarse tanto en el hogar como en el lugar de trabajo.
Para evitar lesiones en el hogar, especialmente en los niños, es necesario limitar el acceso de éstos a productos químicos peligrosos.
La prevención de accidentes laborales, por su parte, requiere el uso de equipos de protección individual adecuados cuando se manipulan productos químicos, así como el conocimiento por parte de los trabajadores de las sustancias con las que trabajan. Las medidas de descontaminación in situ son obligatorias por ley y los trabajadores deben saber dónde están y cómo utilizarlas en caso de exposición. También debe ofrecerse formación periódica sobre materiales peligrosos, incluidas las técnicas de descontaminación, cuando pueda producirse una exposición a sustancias químicas peligrosas.