Un estudio reciente propuso un método para predecir la progresión de la retinopatía mediante el estudio de distintos fenotipos de diabetes de tipo 2.
Según estimaciones recientes, la prevalencia de retinopatía diabética (RD), que hasta la fecha es una de las principales causas de ceguera en el mundo, podría duplicarse en la próxima década.
Teniendo en cuenta que más del 90% de los casos de pérdida de visión son evitables, la estadificación y clasificación precisas de la RD son cruciales para orientar las decisiones del clínico sobre el tratamiento más adecuado y determinar un pronóstico favorable.
Hasta la fecha, el patrón oro para la estadificación de la RD es el ETDRS (Early Treatment Diabetic Retinopathy Study), cuya aplicación, sin embargo, sigue siendo limitada fuera del contexto de la investigación.
En este nuevo estudio, los investigadores siguieron a un grupo de pacientes con diabetes tipo 2 y retinopatía diabética no proliferativa (RDNP) leve durante un seguimiento de cinco años y hallaron variaciones individuales en la progresión de la RD y el desarrollo de complicaciones que ponen en peligro la vista.
Mediante el uso de metodologías de imagen no invasivas (fotografía del fondo del ojo en color y tomografía de coherencia óptica), se identificaron tres fenotipos diferentes de NPDR, basados en el recambio de microaneurismas (MAT) y el grosor de la retina central (CRT), que se asocian a un riesgo diferente de desarrollar complicaciones que pongan en peligro la visión.
Los tres fenotipos identificados se denominaron A, B y C: el fenotipo A se caracteriza por una TMA baja (< 6) y una TRC normal, el fenotipo B tiene una TMA baja (< 6) y una TRC aumentada, el fenotipo C tiene una TMA más alta (≥ 6) con o sin TRC aumentada.
Estos diferentes fenotipos de retinopatía en la diabetes tipo 2 muestran un riesgo diferente a 5 años para el desarrollo de edema macular diabético y retinopatía diabética proliferante (RDP).
De hecho, el estudio demostró que los ojos con fenotipo C tienen mayor riesgo de desarrollar complicaciones que pongan en peligro la vista y que éste es el único fenotipo asociado a la RDP.
Por el contrario, el fenotipo A identifica los ojos que tienen un riesgo muy bajo de desarrollar complicaciones que pongan en peligro la vista.
El estudio demuestra, por tanto, que el fenotipo C es un buen predictor del empeoramiento de la retinopatía.
Además, el estudio muestra que el análisis automatizado de la TAM se correlaciona bien con los cambios en los niveles de gravedad ETDRS, validando su uso como biomarcador fácil de usar para la progresión de la RD. El aumento de los valores de TAM en el fenotipo C, independientemente de los valores de TRC, parece identificar los ojos que desarrollarán complicaciones que amenazan la visión, como el edema macular diabético y la retinopatía diabética proliferativa.
Así pues, los pacientes que pueden identificarse con estos parámetros son los que necesitan un seguimiento más estrecho por parte de los clínicos.
El fenotipo C se identificó principalmente en ojos con nivel ETDRS 35 basal, lo que sugiere que el nivel ETDRS 35 puede ser el punto de inflexión en la progresión de la retinopatía diabética. Al parecer, los ojos con un nivel ETDRS 35 alcanzan un estado de daño microvascular que crea las condiciones para la identificación del fenotipo C. En este estudio en particular, aproximadamente 44% de los ojos clasificados como nivel 35 de ETDRS en la línea de base se clasificaron como fenotipo C. De ellos, 23% experimentaron un empeoramiento del grado ETDRS y de la retinopatía durante el periodo de seguimiento de 5 años, lo que sólo se observó en 2% de pacientes con fenotipo A o B.
También se observó una correlación entre el cierre capilar, identificado por la disminución de la densidad vascular, y la gravedad de la progresión de la retinopatía, lo que podría representar, por tanto, un posible marcador precoz de la progresión de la gravedad de la RD.
En la cohorte, se identificó un 70% de pacientes con fenotipo A y B con un riesgo muy bajo de empeoramiento. Esta observación es especialmente relevante para la planificación adecuada de la atención oftalmológica del gran número de pacientes con diabetes tipo 2 y retinopatía leve.
Por último, un punto fuerte del estudio es que las técnicas de imagen utilizadas, es decir, la fotografía del fondo del ojo en color y la tomografía de coherencia óptica, para la evaluación de los biomarcadores considerados, son fáciles de realizar y pueden repetirse sin mayores inconvenientes para el paciente o el personal clínico.
El estudio confirma el potencial de las variables analizadas, TAM y TRC, para evaluar la progresión de la gravedad de la RD, abriendo nuevas vías para mejorar las estrategias de manejo de la retinopatía diabética no proliferativa y la identificación precoz de pacientes con riesgo de progresión de la retinopatía.
Bibliografía:
Dr. Carmelo Chines
Director responsable